Título: La mujer del teniente francés
Autor: John Fowles
Editorial: Anagrama
Colección: Otra vuelta de tuerca
Num pags: 448
Sinopsis
En la Inglaterra de 1867, el joven Charles Smithson conoce a
Sara Woosroff, a la que llaman «la mujer del teniente francés». Entre ambos
nace un amor apasionado que chocará con la rígida moral victoriana. Jugando
ingeniosamente con las convenciones de la novela decimonónica, el autor
construye un brillante libro que relata una pasión, recrea minuciosamente el
período victoriano y propone una aguda reflexión sobre el sentido último de la
literatura.
Opinión
De esta historia tenía unas pocas imágenes de la película
que vi hace años donde por supuesto disfrutábamos de ese fotograma icónico de una Meryl Streep increíblemente
joven que mira a cámara rodeada de niebla.
Pero un día Lidia del blog Cielos de papel, que ya me conoce de sobra,
me dijo que estaba leyendo un libro que seguro me iba a gustar. Y así fue como comenzó una de las lecturas
conjuntas más entretenidas que he tenido últimamente, gracias no solo a la compañía,
sino también a una novela que ha logrado sorprenderme por ser más de lo que
esperaba. Aquí podéis leer su reseña.
De La mujer del teniente francés tenía la idea de una
historia de amor, pero además de eso encontramos otras cosas. Tenemos frases hilarantes, análisis de una
época, de un modo de narrar, vemos autores, política, sociedad, pintores, el
papel de la mujer…Tantas cosas.
En esta novela el autor ha creado una especie de microcosmos donde podemos ver todos los estereotipos no solo de las novelas, sino de toda una época (el noble venido a menos, la prometida perfecta, la puritana, la rechazada por la sociedad, el amigo fiel, el criado que quiere salir de su puesto, la criada cotilla e interesada...) vemos la hipocresía, el intento de lucha, la nueva burguesía incipiente, la religión represora, el arte liberador…
En cuanto a la historia de amor, en un principio tampoco
parece demasiado rompedor (no quiero avanzar mucho en la trama). Charles acude
con su prometida a Lyme un pequeño pueblo con una sociedad bastante cerrada y
con unas normas establecidas que rechaza lo distinto (ideas como "los
gitanos no eran ingleses y por lo tanto eran caníbales").
Entre Charles y Ernestina hay una diferencia de edad que, sin ser elevada, sí es notable. Ernestina es dulce, educada, reservada, la joven ideal para un matrimonio correcto que desearía cualquier joven, además su dote es considerable y Charles, que lo único que puede aportar es un título, está necesitado de cierto aporte económico (aunque no de manera tan apremiante como en otras novelas victorianas).
Entre Charles y Ernestina hay una diferencia de edad que, sin ser elevada, sí es notable. Ernestina es dulce, educada, reservada, la joven ideal para un matrimonio correcto que desearía cualquier joven, además su dote es considerable y Charles, que lo único que puede aportar es un título, está necesitado de cierto aporte económico (aunque no de manera tan apremiante como en otras novelas victorianas).
Charles es el típico joven aristócrata dedicado más a la
vida erudita y contemplativa que otra cosa.
Pendiente de la muerte de un tío para heredar un terreno y cierta
posición, posee ciertas ideas que pese a parecer en cierto modo “modernas”, no le acercan demasiado a la realidad de las
cosas y del mundo que hay a su alrededor ("Pero el era un caballero. Y
los caballeros no se dedican al comercio"). Hay ciertos momentos en los que el narrador
es realmente cruel al retratarlo y es entonces cuando de manera un tanto
perversa, he de reconocerlo, mas he disfrutado con el libro.
Un día paseando, la joven pareja ve una figura a lo lejos,
una figura que llama poderosamente la atención de Charles. Es aquella a la que todos
llaman “la mujer del teniente francés”, o incluso “la fulana del francés”. Ernestina le cuenta la desgraciada historia
de esta mujer, abandonada por su amante, que cada día acudía al muelle y miraba
al horizonte esperando el regreso de un hombre que nunca llega. Desde ese momento la vida de Charles queda atada a una mujer misteriosa de mirada penetrante y casi ausente que se clava en su alma.
"Sarah y Charles, sin saberlo, sufrían los mismos
síntomas; admitiéndolos uno y negándolos el otro, aunque el que los negaba se
sentía incapaz de alejarse"
Sara, la mujer que da título al libro, no es un personaje
fácil y desde luego, está lleno de aristas y capas. Este es quizá una de las cosas que más he
disfrutado de la novela, los personajes.
John Fowles no ha escrito personajes planos y estos, siendo en cierto
modo estereotipos de un tipo de novelas, consiguen salir de lo esperado
y sorprendernos para bien o para mal.
Sara es una mujer de su época aunque no lo parezca, solo que no es una
mujer común de su época y eso es algo que le aplaudo al autor.
Pero como ya he dicho antes, La mujer del teniente francés es
mucho más que una historia de amor y es así gracias a un narrador
maravilloso. Un narrador, que no duda en
dirigirse al lector directamente, en jugar con él y con la propia historia,
proponiendo distintas posibilidades de la misma, hablando de los personajes, de
la época en la que suceden los acontecimientos. Un narrador que nos hace notar en que época está él
para diferenciarse claramente de lo que narra y para hacernos mas comprensible
lo narrado. De este modo, vemos como compara
a personajes de la novela con nazis, o situaciones sociales de la época
victoriana con épocas más actuales (la obra fue publicada en 1969). Este tipo de narrador me ha recordado a
obras que me encantan como La princesa prometida y su ironía en cuanto al modo de contar
la historia de amor o a referirse aciertos personajes, a autores como E.M Foster.
Mientras leía no podía evitar quedarme con ciertas frases ya
fuera por su humor, por lo curioso o por lo sorprendente que me
resultaran. Mi compañera de
lectura y yo comentábamos, a veces sorprendidas, algunas cosas de la
trama, de los personajes, o frases del autor. Autor, que en muchas ocasiones nos jugaba alguna que otra mala pasada con "sus cosas" y sus "sorpresas".
Y es por esto por lo que digo que esta ha sido una de las lecturas más
entretenidas.
"Tienen que estarse quietecitas, como los géneros en una tienda, esperando a que nosotros entremos, las examinemos y hagamos nuestra elección. Esa me gusta, me la llevo. Si transigen con esto, las llamamos decentes, respetables y modestas. Pero cuando uno de esto géneros tiene la impertinencia de hablar por si mismo..."
(Conversación sobre las mujeres)
Pero a la hora de adentrarse en esta novela hay que tener
clara una cosa, esta no es una lectura rápida.
Es cierto que si se quiere se puede leer en nada, pero para disfrutarla
hay que sentarse y meterse en sus páginas con calma, disfrutar con su ironía,
sus referencias a momentos históricos, personajes, autores (cómo disfruté con
la referencia a Hardy), pintores (la referencia final, buenísima que me hizo
sonreir). Es una novela detallista con
miles de matices que se puede leer de mil maneras y que seguro cuando la relea
(algo que haré sin duda) encontraré mil matices nuevos que esta vez se me han
escapado. Estas son las cosas que tienen
las grandes historias, nunca dejas de sorprenderte ni de encontrar detalles entre
sus líneas.
Agradezco inmensamente a Lidia el haberme animado a leerla,
la experiencia de la lectura y el ser un “espíritu afín” en este mundo bloguero.
En fin, que la recomiendo a todo aquél que disfrute con la
ironía, las historias de amor con algo más y los juegos narrativos.
Una pequeña maravilla.