domingo, 12 de abril de 2015

El renacer de Laura





“Ya falta menos” se repetía una y otra vez con una voz esperanzada y alegre.  El paisaje de la carretera cambiaba sin descanso y los fríos edificios iban dando paso a las montañas y los verdes campos. 
El olor a gasolina del interior del coche, se mezclaba con el de las flores que entraba por las ventanillas abiertas. Sus pies se movían inquietos, siguiendo una especie de melodía que solo ella podía escuchar.  En su boca, casi podía sentir el sabor del agua fresca tan diferente a su casa de la ciudad, de los helados de menta y de los higos recién cogidos.

¡Ya llegaban! Ante ella estaba la curva que anunciaba la cercanía de la casa,  una cuesta más y allí estaría la verja verde que tanto anhelaba ver.  Cuando el coche se detuvo, saltó casi sin esperar a que nadie la dijera nada.  La abrió para que su padre aparcara en el jardín y lanzando un beso al aire, salió corriendo cuesta arriba.

Casi sin resuello llegó a su destino.  Al final de la empinada carretera, le esperaba el comienzo de la montaña en la que tantas veces había merendado.  Llevaba todo el invierno soñando con ese momento y aunque su ropa no era la más adecuada, no le importaba.  Cuando llevaba un tramo subido, se  sentó en una roca y quitándose los zapatos y calcetines, dejó que sus pies descalzos sintieran  la superficie rugosa.   Allí tumbada, sin chaqueta y hurgando con los dedos de los pies en el musgo de la roca, se sentía feliz.  Como cada inicio de verano volvía a ser ella misma, libre, alegre y capaz de hacer  cualquier cosa. 

Año tras año renacía en esa montaña.